Vuelve a escena el mítico Alzugaray

El recordado delantero uruguayo, casi desaparecido durante dos décadas, se gana la vida en un negocio familiar agrícola y de leña.
Vuelve a escena el mítico Alzugaray
Gran noticia para los recreativistas el que nos ha brindado el diario Huelva Información. Va para dos décadas que el delantero más emblemático y recordado por la afición abandonó el Recreativo, para desaparecer en Uruguay.

Alzugaray defendió la elástica del Decano español desde la temporada 85/86 hasta la 90/91; anteriormente lo hizo del club más antiguo de su país, el Nacional de Montevideo. Dejó un recuerdo indeleble y se esfumó. Prácticamente nada se ha vuelto a saber. El Pitufo, como lo apodaban en su Quebracho natal, se marchó sin dejar rastro. Muchos lo han buscado sin éxito desde entonces .
Un aficionado, un recreativista loco por sus goles, insistió durante años hasta lograrlo. Rafael Dávila, responsable de un centro comercial onubense logró dar con él recientemente. Éste logró ponerse en contacto con Luis Zaldúa, compañero de Alzugaray en el equipo de veteranos en el que juega actualmente. Sin ordenador y escaso contacto con el exterior, fue la conexión Dávila-Zaldúa la que logró sacar al mito albiazul del anonimato en el que lleva veinte años.
No era alto, no era el más fuerte, los había más rápidos y con más calidad, aunque Alzugaray era diferente. Los que lo vieron encarar y fijar la portería entre ceja y ceja no olvidarán jamás sus arrancadas por el césped del viejo Colombino, su facilidad para dejar rivales a su paso y ese don de los elegidos llamado gol. Era diferente. Retraído fuera del campo, introvertido recuerdan quienes compartieron vestuario con él, pero una pantera con el balón en los pies de apetito insaciable. Sus registros goleadores lo convierten en uno de los referentes ofensivos más importantes de la historia albiazul.
Hoy vive en Salto, departamento de Paysandú, alejado de todo aquello en el interior de Uruguay donde se gana la vida de forma anónima en el negocio agrícola y de leña familiar. El único lujo que lo rodea y del que no se desprende jamás es su recuerdo de Huelva. En su modesta casa, donde vive con sus tres hijos, lo acompañan fotografías de su estancia en tierras onubense. De esa época en la que lo fue todo para una afición que no lo ha olvidado, pese a que no se han vuelto a ver desde hace dos décadas.
Con 48 años y un físico algo castigado por el duro trabajo diario, mantiene intacto su olfato goleador. Compite en una liga local de aficionados. Con su equipo, el Treinta y Tres, se alzó la campaña pasada como máximo artillero con veintisiete dianas. Casi nada.
Llegó a Huelva de la mano de un mito para convertirse en una leyenda. Víctor Espárrago lo descubrió en un equipo de segunda línea uruguaya para llevárselo al Nacional de Montevideo, donde entrenaba. Cuando el técnico charrúa hizo las maletas con destino al Colombino para emprender su exitosa carrera como preparador se llevó con él a Luzardo, otro genio irrepetible. Una vez en tierras onubenses, el directivo Andrés Perles le planteó la posibilidad de fichar un refuerzo de lujo para el Decano. Espárrago no lo dudó. Puso el nombre de Alzugaray sobre la mesa. 100.000 dólares pidió el Nacional de Montevideo por el traspaso. Finalmente se cerró en 80.000. Una barbaridad para el Recre.
El final de su historia comenzó a escribirse el día que se frustró su traspaso al Valencia. Casi 100 millones de pesetas de entonces. Una cifra astronómica. No hubo acuerdo. No volvió a ser el mismo. Tampoco el Recre, que inició un largo retroceso que culminó con el descenso a Segunda B. Todavía disputó una campaña más hasta cumplir su contrato y desapareció. Hasta hoy.
“Era impresionante, fue un lujo dirigirlo y disfrutarlo”
Espárrago, su mentor en Huelva, recuerda emocionado desde Uruguay al atacante.
El fútbol onubense tiene acento charrúa. Si hay nacionalidad estrechamente ligada al Decano es la uruguaya. Desde que Víctor Espárrago formase parte del primer ascenso a la élite, su nombre forma parte de la historia. De su mano llegó Alzugaray a Huelva.
Desde Montevideo recibe la llamada con sorpresa. Primero pregunta, luego responde. “¿Cómo está? ¿Qué hace? No volví a saber nada de él desde que me marché del Recre. No he tenido más contacto. Me habían dicho que vivía en el interior del país en el campo“, reconoce. El técnico recuerda emocionado: “Era impresionante. Cuando estaba en el cuerpo técnico del Nacional me hablaron de él. Me desplacé hasta el interior de Uruguay para verlo en un torneo regional a Paysandú. Me dejó tan buena impresión que me lo llevé conmigo“.
Junto a Luzardo formaron una pareja irrepetible en el Decano. Recuerda que “habríamos ascendido a Primera División si no nos hubiese tocado el Valencia en el play off“. Espárrago vivió su frustrado traspaso al conjunto ché. Fue el propio Di Stefano “quien me llamó para preguntarme si lo veía preparado. Le dije que sí, que era un delantero impresionante. Al final los clubes no se pusieron de acuerdo”. Después de aquello “le hicieron un contrato con unas condiciones leoninas para el Recre, pero ya no fue igual. Uno nunca sabe lo que habría pasado si se marcha“.
Anécdotas sobre su relación guarda muchísimas. El mundialista tiene una “que define como era Alzugaray. Nos reunimos todos en casa de Luzardo un fin de año para cenar. Cuando llegó, vio desde el balcón que se había dejado una ventana abierta en su casa. Se marchó y cenó solo“. Era una persona “especial. Era tímido y poco hablador. Sólo se sentía seguro en la cancha. En el campo era feliz y demostraba lo que llevaba dentro. Era un gran chaval“.
Como futbolista encuentra dificultades para definirlo. Lo asemeja al Kun Agüero “por el físico, bajito y muy fuerte, aunque Alzugaray era más fino. Era muy veloz y tenía una potencia tremenda. Como todo gran jugador era intermitente. Su personalidad en el campo era tremenda. Cuando recibía la pelota y levantaba la cabeza sólo miraba a la portería. Tenía un regate muy vertical y mucha calidad. Fue un lujo dirigirlo y disfrutarlo“.

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